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Portada del Estudio Bíblico sobre Isabel y María

Ella es Llamada—Mujeres de la Biblia—Serie de Estudio Volumen 1

Elisabet y María: Llamadas a animarse mutuamente

por la Revda. Dustyn Elizabeth Keepers

Cuando María y Elisabet se encuentran, el Espíritu las inspira a comprender más plenamente la acción de Dios en sus propias vidas y en el mundo. Su aliento y apoyo mutuos derivan en algunas de las expresiones más bellas de alabanza en el magníficat de María. Este estudio bíblico explora las historias paralelas de Elisabet y María en la Biblia, tal como se relata en Lucas 1:39-56.

Oración

Santo Dios, al abrir tu Palabra para estudiar a Elisabet y María, abre nuestros ojos para verte, nuestros oídos para oírte, y nuestros corazones para percibir las formas en que obras en nosotros y en el mundo. Amén.

Escritura clave

Lucas 1:39-56

«Entonces dijo María: “Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador”» (Lucas 1:46,47).

Introducción a María y Elisabet en la Biblia

En el capítulo inicial de Lucas, no una, sino dos mujeres de fe experimentan embarazos milagrosos. Nos encontramos con Elisabet primero. Ella es la esposa de Zacarías, un sacerdote, y se nos dice que «ambos eran rectos e intachables delante de Dios; obedecían todos los mandamientos y preceptos del Señor» (Lucas 1:6). Sin embargo, no habían podido tener hijos sino hasta que el Señor intervino.

Casi al mismo tiempo, sin Elisabet saberlo, también su joven pariente, María, ha quedado embarazada por intervención del Señor. El ángel Gabriel le anuncia a María que ha recibido el favor de Dios y le explica el plan del Señor para ella y el hijo que tendrá. Al quedar María comprensiblemente perturbada, el ángel le cuenta del inesperado embarazo de Elisabet, presumiblemente para tranquilizarla o confirmarle la posibilidad de semejante milagro. Ante esta noticia, ella responde: «Aquí tienes a la sierva del Señor. Que él haga conmigo como me has dicho» (1:38). En cuanto el ángel se va, María se dispone a ir a ver a Elisabet.

Ahondando en el tema: María y Elisabet en la Biblia

No resulta claro cuán bien se conocían María y Elisabet antes de este encuentro registrado en Lucas 1:39-56. Es probable que María viviera cerca de Nazaret, y Elisabet, cerca de Jerusalén, donde su esposo trabajaba en el templo. Pero, sean parientes cercanas o distantes, su experiencia en común parece unirlas rápidamente. Elisabet sabe instantánea y proféticamente lo que le ha pasado a María. En cuanto María la saluda, Elisabet, llena del Espíritu Santo, exclama: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el hijo que darás a luz!». Elisabet bendice a María con la misma bendición que Débora, la jueza y profetisa, una vez pronunciara sobre la valiente y audaz Jael (Jueces 5). María es bendecida por creer las promesas del Señor. De esta manera, las palabras de Elisabet anticipan la bendición de Jesús sobre quienes oyen la Palabra del Señor y la obedecen (Lucas 11:28). Ella anima a María a celebrar su fe, así como su papel como madre de Jesús.

Al mismo tiempo, Elisabet se refiere al niño que todavía está en el vientre de María como «Señor»: ¡la primera confesión cristológica de la Biblia! Antes de cualquiera de sus milagros o enseñanzas (o incluso de ver a Jesús en carne y hueso), Elisabet responde a la pregunta que más tarde él hará a sus discípulos: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» (Lucas 9:20). Ella lo llama «Señor», la misma palabra que acaba de usar para referirse a Dios. En el vientre de Elisabet, el que crecerá para convertirse en Juan el Bautista salta de alegría cuando el Espíritu Santo viene sobre su madre, la primera en señalar la identidad de Jesús como el Señor, el Dios que salva.

La exclamación profética de Elisabet de la verdad acerca de María y de su hijo parece alentar aún más a María, que se prepara para ser la «sierva del Señor» (1:38). Entre quienes han ostentado este título honorífico se encuentran Moisés, Josué, Abraham, David y muchos profetas, como también Ana. Y, en respuesta a las palabras de Elisabet, María expresa en versos poéticos (como tantos otros profetas hicieran), el cántico que recuerda la oración de Ana en 1 Samuel 2:1-10. A menudo se llama a este cántico-oración «El Magníficat», porque (en las versiones en inglés) comienza con las palabras «Mi alma “magnifica” al Señor y mi espíritu se regocija en Dios, mi Salvador» (Lucas 1:46, 47). En respuesta a lo que el ángel le ha dicho y animada por el reconocimiento profético de Elisabet con respecto a la obra de Dios en su vida, María celebra lo que Dios ha hecho y hará «de generación en generación».

¿Puede usted imaginar la energía y la emoción en el ambiente mientras, juntas, estas dos mujeres comparten semejante momento inspirador lleno del Espíritu Santo? El Señor está obrando en cada una de sus vidas, y ellas lo expresan, la una a la otra, y sus palabras son como chispas que van y que vienen saltando entre ellas. «¡Dichosa tú que has creído, porque lo que el Señor te ha dicho se cumplirá!» (1:45). Estas dos mujeres han creído fielmente y ahora —a través de sus experiencias de embarazo— se ayudan mutuamente a reconocer la acción de Dios en sus vidas. Y en ese momento de ánimo, ¡el Espíritu las inspira aún más a declarar el señorío de Cristo y a celebrar las buenas obras de Dios para todo su pueblo! Estas magníficas palabras resuenan a través de las generaciones para inspirarnos y animarnos a todos.

Ella es llamada y nosotros somos llamados

A menudo oímos las diversas partes de esta historia aisladas unas de otras. Oímos el Magníficat, cantado o leído, tal vez durante el Adviento, o quizás el anuncio del ángel a María y su respuesta: «Aquí tienes a la sierva del Señor». Sin embargo, es importante recordar que el Magníficat no ocurre inmediatamente después de la respuesta de María al ángel. Más bien aparece después de que ella corre a ver a Elisabet, quien, por el poder del Espíritu, reconoce el significado de lo que le está sucediendo a María y celebra su fidelidad en ello. El papel profético de Elisabet induce el cántico de alabanza de María que a su vez evoca profecías de antaño. En este breve episodio ambas mujeres son llamadas a declarar la verdad de Dios, y cuando lo hacen, se animan e inspiran mutuamente y, además, a nosotros.

Aunque, por supuesto, no conocemos todos los detalles de su relación, esta historia nos invita a imaginarnos a María viniendo, tal vez, a ofrecerle ayuda y apoyo a Elisabet durante su embarazo, como también, quizás, para constatar la verdad de las palabras que el ángel le dijera. Podemos imaginar a Elisabet asumiendo el papel de una mentora sabia, que ve a Dios en acción en la vida de su joven sobrina y lo declara. Ella le recuerda a María que es bendecida, no solo porque tiene este hijo, sino porque es una joven de fidelidad. María recibe este aliento y es empoderada para declarar la Palabra del Señor con audacia y belleza, viviendo en su llamamiento como «sierva del Señor».

¿Cómo podríamos cada uno de nosotros ser llamados a desempeñar estos dos aspectos —dar y recibir ayuda y apoyo— en nuestras propias relaciones, identificando la obra de Dios en las vidas de los demás, animándonos unos a otros, y permitiendo que el aliento de los demás provoque audacia en nuestra propia fe?

Conclusión

Aunque María se declara sierva del Señor después de que el ángel le anuncia el nacimiento de Jesús, las palabras proféticas de su pariente Elisabet parecen confirmarle aún más este milagro e inspirarla a celebrarlo. Tras la declaración de Elisabet sobre la obra del Señor en su vida como una bendición, María responde: «Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador…». Esta historia nos recuerda que el estímulo es un don inspirado por el Espíritu, que podemos ofrecer a otros. Y nos induce a contemplar cómo el estímulo que recibimos de otros podría incentivarnos a alabar al Señor.

Preguntas para considerar

  • ¿A quién en su vida podría animar o empoderar en su servicio al Señor, al reconocerle sus dones y contribuciones al reino?
  • ¿A quién en su vida puede recurrir en busca de apoyo, guía y aliento mientras explora su propio lugar en el mundo?
  • ¿Qué le sorprendió en esta sesión de estudio bíblico?
  • ¿Qué oye que el Espíritu le dice a usted, a su familia, a su iglesia y/o a su comunidad?

La Rda. Dustyn Elizabeth Keepers es candidata al doctorado en Teología Sistemática en Wheaton College Graduate School. Su investigación actual se centra en Juan Calvino, eclesiología y teología feminista. Dustyn es también ministra ordenada de la Palabra y Sacramento en la Iglesia Reformada en América y anteriormente sirvió como pastora en la Iglesia Reformada de North Holland, en Holland, Michigan.

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