En aquellos días apareció Juan el Bautista en el desierto de Judea, proclamando: "Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado". Este es aquel de quien habló el profeta Isaías cuando dijo
"La voz de uno que clama en el desierto:
Prepara el camino del Señor,
endereza sus caminos".
Juan vestía ropas de pelo de camello con un cinturón de cuero alrededor de la cintura, y su comida era langostas y miel silvestre. Entonces la gente de Jerusalén y de toda Judea salía hacia él, y toda la región a lo largo del Jordán, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.