¿Has visto alguna vez la lista de normas de la piscina?
- Primero la ducha.
- No hay que correr.
- No se puede bucear.
- No hay niños sin supervisión.
- No hay alimentos ni bebidas.
¿Quién inventó esas reglas? Ducharse primero parece una tontería, ¿no? Es como si la gente de la piscina intentara estropear toda nuestra diversión.
Los Diez Mandamientos también pueden parecer eso, como una lista de reglas que Dios nos dio para arruinar nuestra diversión. Pero Dios no es así. Él dio a los israelitas los Diez Mandamientos para ayudarles a convivir bien y para distinguirlos como su pueblo. No pegó los Diez Mandamientos en una pared y dejó a los israelitas solos. No, Dios ya había elegido al pueblo de Israel y había prometido amarlo. Cuando le dio los mandamientos a Moisés, pensaba quedarse con su pueblo y seguir amándolo.
Debemos seguir los mandamientos de Dios no sólo porque nos mantendrán a salvo, como las reglas en la piscina. Debemos seguirlos porque Dios nos ama. Y la mejor noticia es que Jesús nos ayuda a seguirlos.