Ir al contenido principal
Mujer samaritana capítulo arte mujeres de la biblia estudio

Ella es Llamada—Mujeres de la Biblia—Serie de Estudio Volumen 1

La mujer samaritana junto al pozo

por la Revda. Dustyn Elizabeth Keepers

La mujer samaritana a quien Jesús encuentra junto al pozo de Jacob capta mucho de su larga conversación con Jesús. Cuando descubre su identidad como el Mesías, deja su cántaro —tal como los discípulos dejaron sus redes— y se convierte en una eficaz evangelista para su comunidad. Este estudio bíblico de Juan 4 explora lo que la historia de la mujer samaritana junto al pozo puede enseñarnos hoy.

Oración

Señor, tú que encontraste a la mujer samaritana junto al pozo aquel día, ven, encuéntranos en esta historia de las Escrituras y en nuestras vidas en este día. Amén.

Escritura clave

Juan 4:1-42:

«La mujer […] le decía a la gente: “Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será este el Cristo?”» (Juan 4:28, 29).

Presentación de la mujer samaritana junto al pozo

Aunque no se nos dice el nombre de esta mujer, de entre todos los personajes del libro de Juan es ella quien tiene la conversación más larga con Jesús. Sin embargo, a lo largo de los años, ha sido vilipendiada o malinterpretada a causa de su historia sexual. Como es este aspecto de su historia lo que a menudo colorea nuestra lectura de este episodio, antes de sumergirnos en el resto de su conversación con Jesús conviene que analicemos este asunto más detenidamente.

Sin duda, cinco matrimonios es un número alto; pero en esa época no era irrazonable. La viudez era una experiencia común en esa cultura en la que las mujeres se casaban muy jóvenes. El divorcio para obtener un matrimonio socialmente más ventajoso tampoco era infrecuente, aunque no se sabe con certeza si los samaritanos permitían que las mujeres lo solicitaran sin un tutor varón como los romanos podían tener. Lo más probable es que sus muchos matrimonios no fueran consecuencias de su elección.[1]

Su situación al momento de su encuentro con Jesús —viviendo ella con un hombre que no era su marido— podría ser resultado de varias posibles razones. Puede que viviera en concubinato, lo cual era un arreglo legal, pero de menor rango que el matrimonio. Si ambas partes de la relación no tenían el mismo estatus social o querían evitar problemas de herencia, podían elegir esta opción. O quizás fuera la segunda esposa de alguien, rol este que también era socialmente aceptable, aunque no se consideraba del mismo rango que el de primera esposa. Haya sido como haya sido, lo más importante que debemos notar es que Jesús no condena su condición; simplemente reconoce la veracidad de sus palabras: «En esto has dicho la verdad» (4:18), mientras sigue entablando con ella el diálogo teológico al que ahora nos dirigimos.

Ahondando en el tema

Jesús encuentra a esta mujer samaritana junto al pozo de Jacob tras un viaje por la mañana y, al pedirle un poco de agua, no tiene en cuenta la costumbre social de sus días. Este inusual cruce de barreras entre un judío y una samaritana provoca una conversación sobre sus diferencias teológicas. Como todos los samaritanos, ella remonta su ascendencia a Jacob. Venera este lugar, pero de pronto siente curiosidad por este extranjero que promete algo tan grandioso. Ella conoce bien las creencias de su propia tradición, por eso le pregunta: «¿Acaso eres tú superior a nuestro padre Jacob, que nos dejó este pozo?» (4:12). Y no obstante, anhela con ansias la abundancia eterna que Jesús promete.

Jesús promete agua viva que da vida eterna y la invita a traer al resto de su familia —específicamente, a su esposo— a recibir el bien que él le está ofreciendo. Esto hace que la conversación se vuelva hacia la historia personal de ella y su situación marital del momento. Ella responde honesta y sucintamente: «No tengo esposo» (4:17). Y Jesús afirma que lo que ella ha dicho es verdad e indica que él la ha visto y la conoce más plenamente de lo que ella jamás pudiera haber siquiera imaginado. Sin juzgarla, él le cuenta la historia completa de su pasado, y ella reconoce de inmediato que él es un profeta que conoce y dice la verdad. Ella entonces decide llevar el aspecto teológico de la conversación un paso más allá y le pregunta sobre el lugar adecuado para la adoración, una de las principales diferencias entre judíos y samaritanos. Al responderle, Jesús habla de un tiempo futuro cuando todos los verdaderos adoradores de Dios le adorarán no en un lugar en particular, sino «en espíritu y en verdad» (4:23, 24).

La mención de Jesús referente al futuro aumenta en ella la esperanza del Mesías venidero. Por ello le cuenta que anticipa que recibirá una comprensión más completa cuando venga el Mesías. Al responderle, Jesús declara: «Ese soy yo». Así, en un repentino giro, esta mujer a la que antes Jesús le había pedido agua, ha encontrado ahora saciada su propia sed de comprensión teológica. Ha encontrado al Mesías, aquel a quien ha estado esperando. En ese momento, los discípulos interrumpen la conversación, pero ella ya ha oído todo lo que necesitaba oír. Deja su cántaro y se apresura a volver al pueblo para decirles a todos los que encuentra, «Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será este el Cristo?» (4:29).

Ella es llamada, y nosotros somos llamados

La mujer samaritana escucha abierta y atentamente a Jesús mientras le hace preguntas sobre su fe y esperanza. Cuanto más habla con él, más se acrecienta su comprensión hasta que ve la verdad en toda su extensión: Jesús es el Mesías. A lo largo de esta conversación demuestra una postura de discipulado, aprendiendo de Jesús, y ahora es llamada a ser evangelista. Deja atrás el cántaro —tal como los discípulos dejaran las redes de pesca—, simbolizando así su completa entrega al llamamiento de seguir a Jesús. Vuelve a su pueblo y comparte diligentemente su propia experiencia con Jesús, invitando a los aldeanos a venir y ver si llegan a la misma conclusión que ella acerca de él. Al final, «Muchos de los samaritanos que vivían en aquel pueblo creyeron en él por el testimonio que daba la mujer» (Juan 4:39).

Esta mujer sin nombre es un modelo maravilloso para todos nosotros en nuestro propio peregrinaje de fe. Sus acciones nos invitan a permanecer conectados con Jesús y a formularle preguntas sobre nuestra fe a fin de llegar a una comprensión más plena de la misma. La mujer samaritana modela una manera de hacer esto tanto con convicción acerca de lo que ha aprendido en el pasado, como con apertura a descubrir cosas nuevas sobre lo que Dios está haciendo en el mundo. Pero, así como nuestro crecimiento en la fe no es solo para nuestro beneficio, la mujer samaritana toma su nuevo aprendizaje y se lanza a la acción conforme a su llamamiento. Se dirige a su comunidad y la invita a unirse a su peregrinaje. Sea que nos sintamos llamados a evangelizar como ella o a usar nuestros dones de otra manera, su historia nos recuerda que nuestros llamamientos son oportunidades para convertir nuestro crecimiento personal en la fe, en acción por el bien de los demás. En esto consta el movimiento de todos los discípulos: crecer en la fe a través de la relación con Jesús y expandirse con el fin de usar cada uno sus dones por el bien del mundo.

Conclusión

A diferencia de muchos intérpretes cristianos de hoy, Jesús no juzga la historia de esta mujer. A través de la conversación entre ambos, descubrimos en la mujer samaritana el modelo para un discipulado abierto al descubrimiento de una comprensión más plena de la acción de Dios en el mundo. Por su respuesta a Jesús —convertida ella en evangelista—, se nos recuerda que ser seguidores de Jesús implica ser llamados a poner nuestros dones en acción por el bien de los demás.

Preguntas para considerar

  • La mujer sin nombre junto al pozo fue llamada a ser discípula y evangelista. ¿Qué le está susurrando Dios acerca de su propio llamamiento?
  • ¿Quién le contó acerca de Jesús? ¿Quiénes en su vida dieron testimonio de que conocían a Jesús y de que Jesús los conocía a ellos?
  • ¿Qué le sorprendió en esta sesión de estudio bíblico?
  • ¿Qué oye que el Espíritu le dice a usted, a su familia, a su iglesia y/o a su comunidad?

Referencias

[1] Para un examen más detallado del registro histórico sobre la mujer y el matrimonio en este período de tiempo y la historia de la mujer samaritana en particular, ver Women in the World of the Earliest Christians de Lynn Cohick (Baker Academic, 2009), 99-128.

La Rda. Dustyn Elizabeth Keepers es candidata al doctorado en Teología Sistemática en Wheaton College Graduate School. Su investigación actual se centra en Juan Calvino, eclesiología y teología feminista. Dustyn es también ministra ordenada de la Palabra y Sacramento en la Iglesia Reformada en América y anteriormente sirvió como pastora en la Iglesia Reformada de North Holland, en Holland, Michigan.

Obtenga su copia del Estudio de Mujeres de la Biblia de Ella es Llamada