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Con demasiada frecuencia, cuando encendemos nuestros teléfonos, televisores y ordenadores, nos encontramos con noticias de otro tiroteo masivo o de un acto de violencia masiva sin sentido. Estos trágicos brotes de violencia nos recuerdan que vivimos en un mundo perdido y roto. Pero como personas de fe, sabemos que este mundo roto también es muy amado por Dios. Rezamos para que nuestras iglesias -y todas las iglesias del mundo- sigan siendo consideradas como lugares de refugio, de amor y de esperanza, en lugar de lugares de miedo. Pedimos que Dios nos guíe mientras intentamos dar sentido a estas tragedias y responder como lo haría Cristo. Rezamos por el futuro de nuestras naciones y por nuestra vida en común.

Oración de lamento por los tiroteos masivos

Señor, en nuestra conmoción y confusión, nos presentamos ante ti.
En nuestro dolor y desesperación en medio del odio,
en nuestra sensación de impotencia ante la violencia,
nos apoyamos en ti.

Rezamos por las familias de los asesinados.
Por los tiradores: ayúdanos a rezar, Señor.
Por las comunidades que han perdido miembros -su ira, su dolor, su miedo- rezamos.
Por las iglesias que se esfuerzan por ser tu luz en las tinieblas que van más allá de nuestra comprensión, oramos.

Frente al odio, que reclamemos el amor, Señor.
Que amemos a los que están lejos y a los que están cerca.
Que amemos a los que son extraños y a los que son amigos.
Que amemos a aquellos con los que estamos de acuerdo y comprendemos,
y más aún, Señor, a los que consideramos nuestros enemigos.

Kyrie Eleison. Señor, ten piedad.
Sana nuestras almas enfermas de pecado.
Haz que estas heridas se curen, Señor.

Oración adaptada de la Oficina de Justicia Social de la Iglesia Cristiana ReformadaUtilizado con permiso.

Oración por la violencia de masas

Señor, estamos desconcertados.
¿Más violencia? ¿Otro lío de sangre y escombros en la pantalla?
Todavía no nos hemos recuperado del último.

Algunos de nosotros estamos paralizados por el miedo.
Oímos hablar de bombas, armas y muerte, y se nos cierra la garganta de terror.
Tememos por nuestra propia vida, por la de nuestros hijos y la de los hijos de nuestros hijos.
No sabemos qué ha pasado con el mundo que creíamos conocer.

Los que tememos confesamos nuestro miedo y te pedimos perdón.
Llénanos de tu amor, porque tu amor perfecto echa fuera el miedo.
Tú estás con nosotros. Tu vara y tu cayado nos reconfortan.

Y rezamos por las personas cuyas vidas están realmente en peligro,
que tienen más motivos para temer.
¿Les harías un refugio seguro?
¿Los sacarías del valle de la sombra de la muerte
y en lugares de luz y vida?

Algunos de nosotros estamos indignados con el odio.
Las guerras y los rumores de guerra nos incitan a iniciar las nuestras.
Nuestro instinto es dejarse vencer por el mal, tomar la venganza en nuestras manos.

Los que odiamos confesamos nuestro odio y te pedimos perdón.
Calienta nuestros corazones con compasión y nos ayuda a buscar la paz.
Concédenos tu sabiduría mientras buscamos tu reino
poniendo la mejilla y caminando otra milla.

Y rezamos por las personas cuyo odio ha llevado a la muerte.
Como hizo con el apóstol Pablo, ¿se encontraría con ellos en el camino?
¿Quieres, con tu sola presencia,
transformar las amenazas y los asesinatos en vidas vividas para ti?

Algunos nos sentimos entumecidos.
Las crecientes cifras de muertos pasan por delante de nuestros ojos, pero nuestros corazones ya no las leen.
Años de imágenes de violencia han embotado nuestros sentidos.
¿Otro incidente? Ya ni nos inmutamos.

Los que estamos adormecidos confesamos nuestro adormecimiento y te pedimos perdón.
Agudizar nuestros sentidos. Haz que nos preocupemos,
incluso si eso significa sentir el dolor de una tristeza desgarradora.
Enséñanos la empatía. Ayúdanos a llorar con los que lloran.

Y rezamos por las personas que lloran.
¿Serías tú su consuelo?
Conoces el dolor de la traición, del abandono, de la muerte.
¿Curarías las heridas de todo tipo?
¿También -algún día- les daría motivos para reírse?
Ese día, reiremos con los que ríen.

Señor de todo, reúnenos -tus criaturas, tu mundo-
y poner fin a la violencia.
Ven, Señor Jesús.

Amén.

Escrito por Grace Claus