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Arte del capítulo de estudio bíblico de Rizpah

Ella es Llamada—Mujeres de la Biblia—Serie de Estudio Volumen 1

Rizpa: convirtiendo la tragedia en triunfo

Por la Revda. Terry Ann Smith, Ph.D., y el Revdo. Micah L. McCreary, Ph.D.

El dolor y el trauma son extraños compañeros de viaje, especialmente cuando las circunstancias que rodean los eventos trágicos están fuera de nuestro control. Como personas de fe, nuestra respuesta en estos momentos difíciles puede contribuir a destruir o a afirmar la vida. Este estudio bíblico examina la respuesta de una mujer frente a la tragedia. En 2 Samuel 21, conocemos a Rizpa, una madre afligida por la muerte prematura de sus dos hijos. A través de su silencio, nos enfrentamos a las incómodas realidades que acompañan a la desigual distribución del poder. Sin embargo, es su silencio, como un poderoso testimonio del dolor, el amor y el coraje de una madre, lo que nos anima a ser firmes en nuestra fe, ya que Dios puede convertir nuestros momentos más trágicos en nuestros mayores triunfos.

Oración

Amado Señor, abre nuestros ojos a la vida y a la historia de Rizpa. Quita del camino las ideologías, ideas e individualidades que impidan que su historia cobre vida durante este estudio bíblico. Muéstranos cómo el poder del silencio puede servir como protesta contracultural en nuestros esfuerzos por construir tu iglesia. Empodera esta historia y a cada estudiante para que comprenda la experiencia de esta mujer como una dádiva para nuestro aprendizaje, crecimiento y desafíos en la vida de fe. ¡En el nombre de Cristo oramos! Amén.

Escritura clave

2 Samuel 21:1-14:

«Rizpa hija de Ayá tomó un saco y lo tendió para acostarse sobre la peña, y allí se quedó desde el comienzo de la siega hasta que llegaron las lluvias. No permitía que las aves en el día ni las fieras en la noche tocaran los cadáveres» (2 Samuel 21:10). 


Introducción a Rizpa en la Biblia

En 2 Samuel 21:1-14, encontramos que hubo una hambruna de tres años y que el rey David «pidió ayuda al SEÑOR» para entender por qué. El problema, según el SEÑOR, se debe a que el rey Saúl (ya fallecido) y su familia, «asesinaron a los gabaonitas» (21:1).

El rey David se acerca a los gabaonitas y les pregunta qué puede hacer por ellos «de modo que bendigan al pueblo que es herencia del SEÑOR», lo cual significa bendecir a David, la tierra y al pueblo de Judá (21:3). Los gabaonitas (que no son israelitas según 21:2) invocan la ley levítica de justicia retributiva (Levítico 24:17-22) contra Saúl (21:5), y como Saúl ya no vive, la aplican contra sus descendientes.

Es bajo este telón de fondo de venganza y retribución que Rizpa entra en el ámbito de nuestra historia. Ella es la viuda del destronado y fallecido Saúl, y aunque se menciona dos veces en la narrativa bíblica (2 Samuel 3 y 21), aparece físicamente solo una vez en la presente historia. En 2 Samuel 3, ella es objeto de la acusación de Isboset contra Abner de haberla agredido sexualmente. Aunque no está claro que Abner violó a Rizpa, el texto da voz a la vulnerabilidad y la precariedad de su situación como concubina de un rey muerto.

En el presente texto, los problemas de esta viuda se intensifican cuando sus hijos, junto con cinco de los nietos de Saúl, son sacrificados ritualmente en un episodio impactante que es en parte sacrificio humano y en parte ejecución sancionada.

Ahondando en el tema

La ejecución de los siete hijos de Saúl por parte de los gabaonitas es violenta en su presentación y violenta en su proclamación. Bajo el disfraz de reconciliación y justicia retributiva, uno se sorprende por el cruel abuso de poder y la manipulación de los símbolos religiosos que peyorativamente se reflejan en David, en los gabaonitas y en Dios. Sin embargo, la naturaleza violenta de la narración se ve interrumpida por las acciones de una madre en duelo. Rizpa hace por sus hijos en la muerte lo que no pudo hacer por ellos en vida, es decir, protegerlos de los depredadores. Aquí, somos testigos de una madre afligida que realiza una vigilia silenciosa sobre los cadáveres que quedaron expuestos en una colina (21:9,10). Ella no pudo evitar que David tomara a sus hijos, y tampoco pudo evitar que los gabaonitas los mataran. Entonces, hace lo que puede hacer.

El texto dice que ella hizo guardia «desde el comienzo de la siega hasta que llegaron las lluvias. No permitía que las aves en el día ni las fieras en la noche tocaran los cadáveres» (21:10). Wil Gafney pinta un vívido retrato de la vigilia de Rizpa:

Rizpa bat Aiah observa los cadáveres de sus hijos endurecerse primero, ablandarse luego, hincharse y hundirse en el hedor de la descomposición... pelea con carroñeros alados, y animales con garras y dientes, noche y día. Está allí desde la cosecha de primavera hasta las lluvias de otoño, hasta seis meses desde Nissan (marzo - abril) hasta Tishrei (septiembre - octubre), durmiendo, comiendo, yendo al baño, protegiendo y dando testimonio.[1]

Y, sin embargo, a pesar de las apariencias de impotencia, su verdad (y la justicia que esta demanda) avergüenza a la persona más poderosa de su época, el rey David, induciéndolo a actuar en nombre de los muertos (21:11). En un giro narrativo del destino, su vigilia se convierte tanto en un lamento como en un recuerdo que atrae la atención y el recurso del público. Gafney resume bien el punto: «linchar a los hijos de Rizpa y Merab no curó a la tierra ni a la gente; lo hizo el haber hecho lo correcto por la mujer de tantas maneras agraviada». Como dice el texto, esto solo se logró después de que David recuperara y enterrara los restos de los muertos. Solo «después de eso Dios tuvo piedad del país» (2 Samuel 21:14).

Sin embargo, a pesar de las apariencias de impotencia, su verdad (y la justicia que exige) avergüenza a la persona más poderosa de su época, el rey David, para que actúe en favor de los muertos (21:11). En un giro narrativo del destino, su vigilia se convierte tanto en un lamento como en un recuerdo que atrae la atención pública y el recurso. Gafney resume bien la cuestión: "El linchamiento de los hijos de Rizpa y Merab no curó a la tierra ni al pueblo. Hacer lo correcto por la mujer agraviada de forma múltiple", como dice el texto, sólo se logra después de que David recupera y entierra los restos de los asesinados. Sólo entonces "Dios atendió las súplicas por la tierra" (2 Sam 21:14).[2] Estas palabras sirven como comentario final de esta trágica historia en la que Dios no solo permanece con nosotros en medio de nuestros momentos trágicos y traumáticos, sino que nos permite triunfar cuando perseveramos.

Ella es llamada, y nosotros somos llamados

En una calurosa noche de verano de agosto de 1955, dos hombres blancos sacaron a Emmett Till, un chico afroamericano de 14 años de edad, de la casa de sus familiares en Mississippi. Lo llevaron a un granero, lo desnudaron, lo golpearon con una pistola, le dispararon en la cabeza y arrojaron su cuerpo ya sin vida al río Tallahatchie. El cuerpo de Emmett Till fue devuelto a su madre en Chicago, la cual —al ver el alcance de la brutalidad ejercida sobre el cadáver hinchado e irreconocible de su hijo— se opuso a los intentos de enterrarlo en silencio. Insistiendo en una ceremonia con ataúd abierto, dijo: «Quería que el mundo viera lo que le hicieron a mi bebé».[3] El cuerpo desfigurado de Emmett Till, en exhibición al mundo entero, avergonzaría a una nación y marcaría el comienzo del Movimiento de Derechos Civiles.

En un contexto moderno, la vigilia silenciosa de Rizpa resuena junto al clamor por justicia de innumerables madres como Mamie Till-Mobley, que han visto a sus hijos inmolados en aras de la brutalidad sancionada por el estado y las exigencias políticas y socioeconómicas de nuestra sociedad (Eric Garner, Trayvon Martin, Michael Brown, Kadi Diallo y otros). Jonathan Magonet sugiere que las acciones de Rizpa representan «a toda madre que ve a sus hijos asesinados antes de tiempo por razones de estado, ya sea en tiempos de paz o de guerra. Todo lo que les queda es preservar la dignidad de su memoria y vivir para dar testimonio y pedir cuentas a los gobernantes del mundo».

A medida que estas madres dan testimonio de la memoria de sus seres queridos, nosotros somos llamados a testificar «acompañándolas» mientras luchan con el dolor de la pérdida y las experiencias de «desplazamiento» que cambiarán para siempre el mundo que ellas conocen. En esencia, somos llamados a permanecer con los traumatizados en los espacios más incómodos, proporcionando el ministerio de la presencia donde no hay respuestas correctas ni soluciones simples. Este no es solo el trabajo del pastor o de la obra de asistencia pastoral, sino el obrar de la iglesia y de aquellos que han sido llamados al servicio cristiano. Visto desde esta perspectiva, se convierte no solo en el triunfo de una mujer, sino en el triunfo de todos. En palabras de Cristo, «Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí» (Mateo 25:40).

Conclusión

El acto de Rizpa podría entenderse como una pequeña muestra de justicia restauradora. Algunos teólogos cristianos ven la vigilia de Rizpa como una manifestación del don de la impotencia, rociado con la gracia de la entrega. Esta comprensión hace posible ver su vigilia como un acto de resistencia pasiva donde la restauración es un resultado posible. En otras palabras, que al final, triunfa.

Sin embargo, en esta narrativa, es importante que nos preguntemos quién y qué es lo que se está restaurando. Sí, la vigilia de Rizpa es poderosa, pero no redentora. Si bien puede tener la satisfacción y el cierre de ver enterrados a sus hijos y a los hijos de Merab, su dolor y el trauma de sus muertes siguen siendo una herida abierta. Por lo tanto, la vigilia de Rizpa no debe interpretarse únicamente como el acto de una guerrera pacífica que opera con un corazón de paz y un ánimo de guerra. No hay que clasificarla o categorizarla como resistente no violenta al mal de la situación. Su historia es un llamado de atención para que los que están en ambientes de educación teológica y en la iglesia participen en la obra redentora que aborda las realidades del sufrimiento traumático, y ayuden a las personas así heridas a darle sentido a sus experiencias traumáticas.

Se puede ministrar a las Rizpas de hoy a la sombra de la cruz. Aquí entendemos que las personas traumatizadas no necesitan los lugares comunes de la iglesia o de la Biblia; necesitan un encuentro sanador que les permita dar testimonio de su experiencia. Si el trauma es la «tormenta que no desaparece», como sugiere Shelly Rambo, entonces la iglesia —arraigada en el Espíritu y el amor de Cristo— debe estar preparada para servir como bote salvavidas de redención.[5]

Preguntas para considerar

  • ¿Cómo puede el silencio convertirse en un mecanismo para promover la sanación?
  • Considere el significado de «estar con», «acompañar a» o «permanecer con» una persona durante sus momentos de tragedia.
  • ¿Qué imagen de Dios se representa en esta historia? ¿Este retrato de Dios te hace sentir cómodo/a o incómodo/a? ¿Por qué?
  • ¿Cómo responde a la declaración de que «la vigilia de Rizpa es poderosa, pero no redentora»?
  • ¿Qué le sorprendió en esta sesión de estudio bíblico?
  • ¿Qué oye que el Espíritu le dice a usted, a su familia, a su iglesia y/o a su comunidad?

Referencias

[1] Wil Gafney, Womanist Midrash: A Reintroduction to the Women of the Torah and the Throne (Louisville: Westminster John Knox Press, 2017), 200-201.

[2] Gafney, Womanist Midrash, 201.

[3] Según varias fuentes, esta línea se atribuye a la madre de Emmett Till.

[4] Jonathan Magonet, Bible Lives (Londres: SCM, 1992), 11.

[5] Shelly Rambo, Spirit and Trauma: A Theology of Remaining (Westminster John Knox Press, 2010), 2.

La Revda. Terry Ann Smith, Ph.D., es Decana Asociada de Evaluación Institucional y Profesora Asociada de Estudios Bíblicos en el Seminario Teológico de New Brunswick en New Brunswick, New Jersey. Sus intereses de investigación y publicaciones se centran en análisis de la Biblia hebrea que exponen distribuciones injustas de poder y privilegios normalizadas, mientras estas se entrecruzan con categorías de etnia, clase y género. Como ministra ordenada, Terry Ann está particularmente interesada en lecturas sociopolíticas contextualizadas de textos bíblicos que fomenten conversaciones dentro de la iglesia, que aborden aplicaciones teológicas, prácticas y éticas de la Biblia.

El Redo. Micah L. McCreary, Ph.D., es presidente del Seminario Teológico de New Brunswick en New Brunswick, New Jersey, y ministro de la Palabra y Sacramento en la Iglesia Reformada en América. Antes de llegar a New Brunswick, el Dr. McCreary sirvió en el pastorado, la práctica psicológica y el profesorado en la Virginia Commonwealth University, en Richmond, Virginia. Estudió ingeniería en la Universidad de Michigan en Ann Arbor, Michigan, y teología en la Escuela de Teología Samuel DeWitt Proctor de la Virginia Union University, en Richmond, Virginia. Recibió su M.S. y Ph.D. en asesoramiento psicológico en la Virginia Commonwealth University, en Richmond, Virginia.

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