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¿Cómo se llega a ser cristiano?

¿Qué significa realmente ser cristiano? ¿Son cristianos todos los que creen en Dios? Si bien es cierto que ser cristiano hace significa que se cree en Dios, no es todo lo que significa. En realidad, creer en Dios es sólo el principio. Convertirse en cristiano es un proceso. Dios trabaja en tu corazón a lo largo del tiempo, y ese trabajo no termina cuando reclamas oficialmente la fe cristiana como propia.

Cómo convertirse en cristiano

1

Cree que eres amado y aceptado por Dios.

La buena noticia de la fe cristiana comienza con el reconocimiento de que eres amado y aceptado por el Dios que creó y sostiene el mundo.

Jesús nos enseñó a llamar a Dios "Padre". Aunque algunas personas pueden carecer de la experiencia positiva de un padre cariñoso, la mayoría puede imaginar lo que la palabra "padre" puede significar en su máxima expresión. Sugiere a alguien que da la vida, suministra amor, proporciona cuidado, protege, guía, vigila, permite el crecimiento y da libertad. Así es Dios. Incluso cuando no lo reconocemos, Dios cuida de nosotros como una madre que cuida de sus hijos.

Dios nos conoce íntimamente y nos ama totalmente. Nada de lo que hayamos hecho o podamos hacer puede hacer que Dios nos ame menos.

2

Admite que eres un pecador.

La Biblia enseña claramente que todos los seres humanos han pecado, han perdido el deseo de servir a Dios y no tienen capacidad para salvarse. Vemos esta verdad en la constatación de que los fracasos humanos, las decisiones equivocadas y la obstinada voluntad propia nos dejan culpables e impotentes, y que los hábitos pueden convertirse fácilmente en adicciones que son casi imposibles de romper. No sólo eso, sino que el pecado humano afecta a toda nuestra sociedad, creando un mundo lleno de injusticia, codicia, opresión, pornografía, contaminación y violencia.

A pesar de esta pecaminosidad, Dios no dejó de amarnos ni de desear la comunión con nosotros.

Por extraño que nos parezca, Juan 3:16 nos dice que "tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna." Mediante la vida, la muerte y la resurrección de Jesús, obtenemos el derecho a ser hijas e hijos de Dios y recibimos la esperanza segura de que esta nueva vida continuará más allá de la muerte, llevándonos al cielo. Esa es la buena noticia de la fe cristiana.

3

Reconoce tus pecados.

No basta con admitir que se ha pecado. Debes arrepentirte de esos pecados, y luego alejarte de ellos.

El Nuevo Testamento utiliza varias palabras para describir una respuesta genuina al mensaje del Evangelio. La primera palabra es "arrepentimiento", que en el griego original significa literalmente "volverse" o "cambiar de opinión". Se nos dice que es una parte crucial de la respuesta a las buenas noticias de la gracia de Dios.

Cuando escuchas la palabra "arrepentimiento", puede que pienses inmediatamente en sentir o estar arrepentido. Sentirse apenado es apropiado, pero no es el sentido principal de la palabra "arrepentimiento" en absoluto. Arrepentirse es "dar un giro", es decir, cambiar la dirección de tu vida. Más que un cambio en tus emociones, el arrepentimiento implica un cambio en tu pensamiento y en tus acciones.

Tu voluntad y tu comportamiento también cambiarán. El verdadero arrepentimiento significa que quieres complacer a Dios y no a ti mismo. Llegas a amar lo que es bueno, no lo que es malo. Experimentas una vida dirigida hacia afuera para conectarte con los demás, en lugar de centrarte en ti mismo.

4

Compromete tu vida con Cristo.

La fe es otra palabra clave que el Nuevo Testamento utiliza para describir una respuesta genuina a las buenas noticias. Acepta lo que Dios ha hecho por fe y recibe la salvación como un regalo. Y como respuesta, comprometa su vida a seguir a Cristo, y entre en una relación con él a través de la oración, la lectura de la Biblia y la adoración.

Llegamos a conocer y amar más a Dios a través del Espíritu Santo, que entra en nuestros corazones cuando entregamos nuestras vidas a Cristo. Una vez que hemos entregado nuestras vidas a Cristo, el Espíritu Santo continúa viviendo y trabajando dentro de nosotros para moldearnos como hijas e hijos de Dios. "Cuando venga el Espíritu de la verdad", dijo Jesús en Juan 16:13-14, "él os guiará a toda la verdad... tomará lo mío y os lo declarará".

No es importante cómo venimos a Cristo, sino que venimos.

5

Vive una vida de gratitud a Dios.

La vida cristiana implica una transformación de toda nuestra vida por gratitud a Dios. En las iglesias reformadas, la obediencia a la ley de Dios en los Diez Mandamientos se considera una oportunidad para expresar el agradecimiento a Dios por lo que ha hecho. Esta obediencia no se ve como un medio para ganar aprobación, sino para mostrar amor y agradecimiento a Dios. Jesús enseñó a sus discípulos: "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos" (Juan 14:15).

Esta comprensión de la vida como gratitud tiene dos consecuencias importantes.

En primer lugar, nos libera de la continua preocupación por nuestro rendimiento. No necesitamos seguir preguntando "¿Soy lo suficientemente bueno?" porque nuestro propósito es simplemente dejar que nuestras vidas expresen nuestra alegría y gratitud. En segundo lugar, toda la vida se ve ahora como una oportunidad para servir a Dios.

Una de las formas en que los cristianos muestran su gratitud es adorando a Dios. También expresamos nuestra gratitud a través del modo en que tratamos a los miembros de nuestra familia, realizamos nuestro trabajo, utilizamos nuestro tiempo libre, votamos, participamos en acciones comunitarias, nos relacionamos con los vecinos, gastamos dinero y damos testimonio de nuestra fe.

Damos gracias a Dios a través de todos nuestros esfuerzos por compartir su amor y compasión con el mundo. Damos gracias en nuestros esfuerzos por invitar a la gente a la iglesia, trabajar por la justicia, ofrecer hospitalidad, donar sangre, dar clases particulares a un niño, dar la bienvenida a un recién llegado, o ser voluntarios en el extranjero o en nuestra propia comunidad.

Como cristianos, mostramos nuestro amor a Dios por la forma en que nos relacionamos con los demás. "Amados, puesto que Dios nos ha amado tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros" (1 Juan 4:11); "Amemos, no de palabra ni de palabra, sino de verdad y de obra" (1 Juan 3:18).