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Al visitar a los enfermos o moribundos, lo importante es cómo escuchas, más que lo que dices. Si realmente queremos ser la presencia de Cristo, es importante que te centres en las necesidades y el sufrimiento de la persona hospitalizada, más que en tus propias necesidades y agendas. Por lo tanto, es crucial permitir que los enfermos establezcan el tono y el tema de cualquier visita. Si una persona aún no está preparada para enfrentarse a su enfermedad y a lo que puede significar para ella y su familia, las preguntas inquisitivas la alejarán en lugar de reconfortarla.

Sin embargo, descubrirás que, con mucha frecuencia, estarás mucho menos preparado para luchar contra los problemas de la enfermedad, la muerte y el fallecimiento que la persona a la que has ido a visitar. Es más fácil ignorar las preguntas difíciles o intentar consolar a la gente con tópicos espirituales o una oración rápida. Lo que las personas que yacen en las camas de los hospitales quieren es lo que todos nosotros necesitamos: no respuestas fáciles a preguntas difíciles, sino alguien dispuesto a compartir el dolor de la lucha.

Hay formas sencillas de ayudarte a escuchar y amar a los enfermos. Mucho antes de entrar en una habitación de hospital, recuerda en la oración a los enfermos, tanto en las oraciones públicas de la iglesia como en tus oraciones personales. Antes de entrar en una habitación de hospital, intenta detenerte un momento para despejar tu mente y tu espíritu, de modo que puedas estar lo más abierto posible al estado de ánimo y a las preocupaciones del enfermo. Intenta sentarte con la persona, en lugar de estar de pie junto a ella, y recuerda que el calor de una mano tendida suele ser mucho más elocuente de nuestro amor y nuestra presencia solidaria que nuestros débiles intentos de responder a preguntas imposibles.

Por último, esfuércese por escuchar atentamente lo que se dice. A menudo, las grandes cuestiones relacionadas con la muerte y el fallecimiento se vislumbran a través de comentarios o preguntas que parecen casi inocuas, como: "El dolor parece un poco peor hoy" o "Me pregunto qué estaré haciendo a estas alturas el año que viene". Un visitante perspicaz animará a la persona enferma a abrir estos comentarios a las preguntas y luchas que pueden estar ocultas en ellos. Es un oído atento y un corazón cariñoso, más que una lengua ágil, lo que puede convertir una visita al hospital en una llamada pastoral