Por qué me gustan los belenes: Son recordatorios de la Encarnación

P l arte de mis decoraciones navideñas incluye belenes de todo el mundo. Algunos de ellos son ahora sólo recuerdos porque no sobrevivieron a los rigores de 17 mudanzas alrededor del mundo. Están hechos de porcelana, cerámica, madera, arcilla, cristal, plástico, paja, papel, y mi favorito de todos está hecho de palitos de helado. Tengo belenes hispanos, franceses, africanos, italianos, asiáticos, alemanes, nativos americanos, amish y athabascan. Cada belén es único y hermoso, y refleja la propia cultura del artista. No sé qué cultura atribuiría al belén de palitos de helado, pero es mi favorito porque me lo hizo mi hija hace muchos años, en preescolar.

Cada conjunto refleja de forma única su origen, que es exactamente lo que Dios hace a través de la Encarnación. Dios se hizo como nosotros -como tú y como yo- al tomar forma humana como un bebé. El Dios infinito, eterno, todopoderoso y omnisciente vino a nosotros de una manera que pudimos conocer y comprender. Tan diferentes como somos los unos de los otros, así son los nacimientos.

Juan 1,14 proclama: "El Verbo se hizo carne y puso su morada entre nosotros. Hemos visto su gloria, la gloria del Hijo único, que salió del Padre, lleno de gracia y de verdad". Como persona con una discapacidad de por vida, para mí eso significa que nació un Salvador que asumió la limitación física y las cicatrices. Para una amiga que conocí cuando vivía en Alemania, eso significa un niño Jesús negro que es como ella.

Durante nuestros años en Alemania, a mi amigo y a mí nos enseñaron que, cuando estuviéramos en público, debíamos "pasar desapercibidos y mezclarnos con la gente y la cultura", en contraposición a la práctica común estadounidense de ser más bien ruidosos y descarados. Lo llamaban "seguridad operativa".

Mi amigo afroamericano -que mide 1,70 metros- se rió a carcajadas y dijo: "¿Cómo diablos voy a 'mezclarme' aquí?". Por otro lado, integrarme en la cultura alemana era algo que podía hacer, ya que mido 1,65 m, soy de piel clara, un poco corpulento, tengo el pelo castaño claro y soy de ascendencia holandesa. Cuando paseaba por las ciudades alemanas, la mayoría de los ciudadanos pensaban que yo era alemán (hasta que hablaba). Para mi amigo, que nunca se integraría en la cultura alemana, la Encarnación no sólo significaba un Salvador negro, sino también un Salvador "no encajas aquí".

Juan 1:10-13 dice: "Estaba en el mundo, y aunque el mundo fue hecho por él, el mundo no lo reconoció. Vino a lo que era suyo, pero los suyos no lo recibieron. Sin embargo, a todos los que le recibieron, a los que creyeron en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios: hijos nacidos no de la descendencia natural, ni de la decisión humana o de la voluntad del marido, sino nacidos de Dios."

Sigue viniendo a cada uno de nosotros, de forma personal y única, sencilla pero profunda. Nuestro Salvador viene a nosotros para que lo recibamos, creamos en su nombre y nos convirtamos en hijos de Dios.